La revolución táctil de las cartografías
/Cómo revivir cartografías muertas[1]
*Nota: Los videos y links que se encuentran a lo largo del texto han sido ubicados para ser observados y explorados durante la lectura del ensayo.
“¿Qué vas a hacer de vacaciones? ¿Regresas allá abajo?”, me preguntó en Italia un compañero de universidad.
“¿Abajo? Colombia no queda tanto al sur, sino más hacia el occidente.”, respondí.
“Ah, pensé que quedaba en Africa”, bromeó.
Pasaron los años y cada vez que alguien se refería a mi país de origen utilizaba la palabra “giù” (abajo en italiano). “Ma non torni giù per natale?” (¿Pero no regresas abajo para navidad?). “Ma come funzionano giù i treni?” (¿Pero cómo funcionan abajo los trenes?).” “E i tuoi sono la giù?” (¿Y tu familia está allá abajo?).
Si vemos una cartografía tradicional del mundo, es evidente que Colombia queda al suroccidente de Italia, pero según la configuración lingüística de los italianos los países denominados “del tercer mundo” quedan al sur, o “abajo”. Esta noción de “abajo”, si fuera representada cartográficamente consistiría en una versión del mundo diferente a la que tradicionalmente conocemos y que nos permite de alguna manera ubicarnos en el planeta tierra. Ya que el objetivo de este ensayo no es explorar la complejidad y las problemáticas socioculturales que derivan de las nociones de “países desarrollados” y “subdesarrollados”, me limitaré únicamente a enunciar la siguiente pregunta: ¿Por qué si en el mundo occidental nos han mostrado tradicionalmente la configuración geográfica del planeta tierra de una manera, los italianos insisten en evocarla lingüísticamente de otro modo? Me atrevería a decir, de forma ambiciosa y arriesgada, que esto presupone, en cierta medida, un sutil fracaso de las cartografías.
Arriba, abajo, a la izquierda, a la derecha, al norte, al sur, al oriente y al occidente, son nociones que examinadas cartográficamente derivan de un posicionamiento imaginario frente a la tierra, siendo el observador un único ser supremo que desde muy lejos observa nuestro planeta de frente. Las cartografías son entonces proyecciones espaciales, cuyo origen es una configuración sociocultural determinada. Y si en el mundo existen múltiples y heterogéneas configuraciones socioculturales, ¿cuántas posibles representaciones del espacio que habitamos podrían existir?
Y si nos acercamos aún más de frente hacia la tierra y ya no visualizamos el territorio como un globo aplastado sobre una superficie plana, sino como una ciudad ¿qué implica realizar proyecciones de la configuración del espacio urbano? Al igual que la tierra como planeta, cada urbe constituye una configuración caleidoscópica infinita, un multiverso, donde heterogéneas fuerzas actúan y se manifiestan a través de los individuos y sus actuaciones materiales e inmateriales en el espacio urbano. De igual manera, cada individuo es un multiverso en sí mismo y su percepción de lo urbano no puede sino responder a esta multiplicidad. En la ciudad confluyen infinitos tipos de relaciones sociales, donde actores urbanos (vivos y no vivos, humanos y no humanos) interactúan y se identifican con el espacio, generando memorias individuales y colectivas. En el espacio urbano ocurren la experiencias de lo público y lo privado, de los espacios interiores y exteriores; donde la vida cotidiana, con sus ritmos y dinámicas construidas a partir de la novedad y la impermanencia tejen memorias individuales y colectivas; donde lo intersticial, aquello entre uno y lo otro, construye, deconstruye y reconstruye las más complejas relaciones entre actores urbanos.
¿Cómo puede responder una cartografía a ese tipo de complejidad y multiplicidad en los espacios urbanos? ¿Puede existir una cartografía que incluya la turbulencia de las dinámicas socioespaciales de un asentamiento urbano?
Intenciones líquidas, procedimientos sólidos
Según el geógrafo italiano Franco Farinelli, el término clásico para “proyección” – la acción de expulsar, extender, o empujar algo hacia adelante – hace referencia al implacable mecanismo que reduce y aplana la realidad al interno de una superficie de papel. Las cartografías generan la posibilidad de darle dimensiones a los espacios y de medir sus propiedades físicas; además permiten controlar y comprender con nuestros ojos las configuraciones que le dan forma a los vacíos urbanos; nos permiten comprender la continuidad y discontinuidad espacial de piezas urbanas; hacen visibles las morfologías urbanas y su relación con un territorio característico; nos permiten satisfacer nuestro deseo oculocéntrico de control y, siendo esto muy importante, resultan ser una convención muy útil, un lenguaje que nos permite comunicar a través de un modo aparentemente universal y objetivo los aspectos distinguibles de nuestra realidad. Secciones, plantas, alzados, mapas de localización y axonometrías son abstracciones útiles para el diseño de un territorio y de la ciudad, pero como toda abstracción presuponen una jerarquización de valores y esto no es muy coherente cuando el objetivo es representar las dinámicas sociales de un territorio.
Como señala Farinelli, la facultad de que “algo” sea medible y la escala con la cual ese “algo” es representada imponen una racionalización basada en el cálculo como el único principio que permite borrar de la cartografía cualquier lógica diferente.[2] La escala no sólo condiciona lo representado, sino también lo no representado, pues reducir lo real a lo *medible* a una escala determinada, implica la presunción de la capacidad de medir como el criterio de selección para la existencia o no existencia de elementos espaciales. [3] La decisión de representar algunos aspectos e ignorar otros es una decisión algunas veces consciente y otras inconsciente, que depende entonces de la intención y de las capacidades gráficas, computacionales y técnicas de una persona que filtra subjetivamente información recibida de la ciudad o de un territorio determinado.
Las cartografías tradicionales no son objetivas. Éstas simplifican, generalizan y constituyen representaciones estáticas, que no logran incluir la turbulencia y los movimientos de la vida urbana. Además, constituyen un modelo artificial de la realidad, un código de interpretación que abraza completamente los hechos físicos, pero que ignora fuertemente los humanos, los no humanos y los aspectos inmateriales de la ciudad, al excluir completamente la expresión de sus aspectos más sensibles. De acuerdo a Farinelli, el paso en la época moderna de lo concreto a lo abstracto causado por el abandono de la perspectiva como la técnica de representación principal y la consecuente prevalencia del uso de las proyecciones de la ciudad en un plano absolutamente perpendicular al de nuestra vista, implicó una transición de lo personal a lo *impersonal*, y una evidente deshumanización de las imágenes, en la cual no es tan sencillo reconocer elementos familiares o experimentar ciertos procesos de identificación.[4]
(Re)presentaciones multi-sensoriales y multi-escalares
Durante la escritura del presente ensayo hice un fuerte salto de escala: me moví del planeta tierra a la ciudad. Este movimiento unidireccional, que responde a un método hipotético deductivo genera la comprensión de un contexto más amplio que nos da la posibilidad de establecer una secuencialidad lógica, una estructura sólida y racional que parece estar en armonía con todo, con “el todo”, con “la totalidad”. La direccionalidad de lo macro a lo micro satisface nuestro deseo de control, de orden, de catalogar la complejidad del espacio. Sin embargo, en mi opinión, un reconocimiento del plurimorfismo y la pluridimensionalidad de las relaciones socioespaciales requiere la aceptación multi-direccional y multi-escalar de sus contradicciones internas y externas, sus conflictos, exclusiones y mutabilidad. Un acercamiento unidireccional no puede ser la única manera de explorar y aprehender las relaciones interdependentes de espacios y contextos que existen y mutan a diferentes escalas simultáneamente.
Este es un mundo que sólo podemos entender parcialmente.[5] Esto implica necesariamente el reconocimiento de que los estudios de la ciudad no pueden aplicar aproximaciones y representaciones “únicas”, “certeras” o “ideales” de los fenómenos urbanos. La imposibilidad de capturar la totalidad de la vida urbana y el evidente fracaso al declarar cualquier representación “objetiva” demanda la necesidad de una aproximación alternativa y más coherente a la complejidad urbana.La Non-Representational Theory, compuesta por el trabajo meticuloso del geógrafo urbano Nigel Thrift, critica la errónea “certeza” de las aproximaciones y representaciones tradicionales – incluido el trabajo geográfico basado en cartografías – y sostiene que los fenómenos sociales de la ciudad deberían ser afrontados a través de la inclusión del movimiento, la impermanencia y la mutabilidad. Capturar el constante flujo de la vida cotidiana, concentrarse en las prácticas urbanas, el reconocimiento de las cosas como partes activas y significativas de “congregaciones híbridas”, la necesidad de experimentar, la aprehensión de afectos y características pre-cognitivas y una compresión instintiva del espacio constituyen las presunciones principales de la Non-Representational Theory.[6]
Para explorar un proyecto que haya un acercamiento similar ver: http://www.cardiffmiller.com/artworks/walks/alterbahnhof_video.html
Sabiendo que la cartografías y las aproximaciones hipotéticas-deductivas a un territorio son en realidad subjetivas, imprecisas y que tienden a simplificar fuertemente dinámicas complejas, el propósito de incluir las dimensiones sociales en las actividades creativas que implican la representación de la ciudad, no puede quedar reducido a hipótesis planas, unidireccionales y oculocéntricas.
Sensing The City
Todo cuerpo debería ser comprendido como el centro del mundo personal; no sólo los ojos como el foco principal de percepción y representación de la ciudad. También tocamos, olfateamos, saboreamos y escuchamos la realidad a nuestro alrededor. Nuestro cuerpo percibe y construye identificaciones, referencias y memorias según los dictados de nuestros cinco, seis o incluso siete sentidos. A veces, caminando por la calle huelo la fragancia de algún lugar distante y una reconstrucción imaginaria de texturas, sonidos, sabores, olores e imágenes evoca reacciones inesperadas, sentimientos, emociones, memorias. Siento la fricción de mis pies como si caminara en otra ciudad e involuntariamente siento sus sabores, visualizo sus edificios, sus vacíos, sus andenes; oigo sus personas, sus movimientos, sus sonidos, sus melodías involuntarias, sus constantes ajetreos y empujones. Siento, recreo, recuerdo y experimento una y otra vez simultáneamente lugares presentes y distantes.
Y no obstante la riqueza y las posibilidades infinitas de las experiencias sensoriales, el paradigma visual es la condición prevalente en los campos creativos que representan y proyectan esas calles y entidades materiales. Las representaciones tradicionales de los espacios y nuestra compresión de la ciudad son consecuentemente incoherentes con las múltiples, infinitas, multiescalares y multidireccionales posibilidades de identificación de una persona en el espacio; identificaciones no sólo expresables, personales y emocionales, pero también inexpresables, afectivas y transpersonales. Me atrevo a decir que crear solo representaciones visibles, estáticas y unitarias de la ciudad contiene matices arbitrarios y anestésicos. La necesidad de controlar y comprender lo urbano es nuestra excusa para ignorar lo inaprehensible, lo intocable, lo invisible. “It is clear that only the distancing and detaching sense of vision is capable of a nihilistic attitude; it is impossible to think of a nihilistic sense of touch, for instance, because of the unavoidable nearness, intimacy, veracity and identification that the sense of touch carries.”[7]
Romper con el oculocentrismo presupondría entonces una posible solución a la arbitrariedad de las cartografías, si el propósito es incluir en este tipo de representación el performance constante de la vida urbana en la ciudad y las múltiples posibilidades de identificación que las personas pueden experimentar en ella. ¿Es posible entonces generar una cartografía sonora, gastronómica, olfativa o táctil? Imaginarlo implica otro brusco salto de escala: sólo podemos saborear, escuchar, oler y tocar la ciudad si estamos inmersos en ella.
Para explorar algunos proyectos que hayan implementado estos acercamientos ver Cartophonies, Sonic places Berlin, Sonema
Crear una cartografía no sólo visiva significa ser parte del contexto, explorarlo desde adentro, siendo insider y outsider a la vez. Significa, igualmente, tocar, olfatear, saborear, escuchar y ver conscientemente infinitas entidades y características que usualmente son ignoradas, encubiertas, maquilladas o removidas. Los sonidos y olores particularmente, han sido considerados elementos desagradables y molestos no dignos de ser incluidos en los procesos creativos de representación y diseño de la ciudad. El polvo y la suciedad son asociados automáticamente por los humanos a la pobreza y degradación. Una fuerte tendencia a limpiar ese tipo de características es evidente en las prácticas humanas cotidianas. Sin embargo, una inmersión de cuerpo completo en el espacio urbano requiere el reconocimiento y recepción de estímulos percibidos normalmente como agentes contaminantes. Tocar y encarnar es aceptar la heterogeneidad y desigualdad social de nuestro mundo; hacer una inmersión *háptica* (táctil) puede ser una decisión política.[8] El desapego, aislamiento y exterioridad del cuerpo observador se interrumpe cuando alguien decide tocar el espacio urbano con todos sus sentidos.
(Re)presentando la ciudad
¿Cómo capturar y representar el performance que sucede en el espacio de la ciudad sin direccionarlo y sin deteriorar su espontaneidad al transformarlo en una imagen estática y falsa entendida erróneamente como objetiva? ¿Cómo traducir lo que se siente en un territorio a otros lenguajes de representación diferentes sin eliminar “lo que pasa” en el espacio urbano? Un gran esfuerzo por presentar en vez de representar puede ser la clave para generar una estrategia de innovación en las metodologías e instrumentos de representación.[9] Intentar fervientemente no catalogar “lo que pasa” en la ciudad o enunciar como absolutas o *ideales* un método o una herramienta de representación, sino acudir a la mayor cantidad posible de éstas, puede permitir complementar las cartografías tradicionales con la multiplicidad y turbulencia que éstas omiten. La novedad y el encuentro aleatorios que caracterizan la vida cotidiana pueden así traspasar los límites que existen entre “lo que fue sentido” al hacer una inmersión sensorial en el espacio y lo que un espectador distante de una cartografía puede percibir del espacio o territorio representado.
En ese sentido, las cartografías complementadas por textos, fotografías, videos, representaciones tridimensionales y registros sonoros que evoquen las experiencias multisensoriales del espacio urbano pueden transformar una representación plana y unidireccional en una presentación animada, viva y multiescalar.
Para explorar algunos proyectos que hayan implementado estos acercamientos ver http://webdoc.unica.it/tunisi/index.html.
Una cartografía presenta el espacio de la ciudad cuando invita al espectador distante a abrir todos sus sentidos de la misma manera como el realizador de la presentación lo hizo al entrar al ingresar en realidad de la vida cotidiana en el espacio urbano. El espectador distante de la cartografías no solamente observará imágenes, o leerá textos, sino sentirá la yuxtaposición de los diferentes registros de “lo que pasa” y “lo que es sentido” desde diferentes modalidades sensoriales. La infinita sobreposición de fragmentos urbanos es traducido al lenguaje de la (re)presentación: collages multisensoriales y móviles pueden construir una presentación del espacio urbano a través de evocaciones sinestésicas.
Un ejemplo de este tipo de trabajo es el proyecto de investigación: “Sensing La Séptima: A haptic approach to urban practices in Bogotá’s public spaces”, cuya principal propuesta metodológica es una exploración del espacio público, basada en “sentir” las prácticas urbanas presentes en el trayecto peatonalizado de La Carrera Séptima en Bogotá (Colombia). El resultado de una inmersión física, sensorial y emocional llevada a cabo durante un mes de intenso trabajo de campo en el año 2014, es una geografía “de lo que pasa”, compuesta por una presentación heterogénea y fragmentada de La Séptima. Basándose en la “Non-Representational Theory”, esta presentación define el rol del espacio público en el Centro Histórico de Bogotá a diferentes niveles y escalas, implementando múltiples prácticas e interpretaciones críticas. El objetivo de este proyecto es exponer la importancia de los acercamientos sensoriales y emocionales a los espacios urbanos como una metodología que incluya la poética espacial y las relaciones socioespaciales en el estudio y las representaciones de la ciudad.
(Para explorar este proyecto ver: https://sensinglaseptima.wixsite.com/bogota y el video presentado a continuación).
El descubrimiento y reconstrucción de una poética espacial
Los procesos creativos que toman como referencia o generan representaciones de un territorio pueden ser porosos y sensibles, existiendo, moviéndose y experimentando espacios urbanos a través de las vidas de sus habitantes y la manera cómo estos los tocan, huelen, saborean, escuchan y observan. De la misma manera, es a través de la imágenes creadas en estos procesos que la ciudad se inventa y reinventa a sí misma constantemente.[10]
Cada representación de la ciudad, cada cartografía, impone nuevos modelos, nuevas relaciones. La forma como capturamos, representamos y recreamos el territorio impone nuevas piezas, nuevos fragmentos de lugares vivos y multidimensionales. Intentar romper la dicotomía entre lo físico y lo no físico para generar representaciones más abiertas, inclusivas y sensibles implica el reconocimiento de una poética espacial que existe en el territorio y que está presente en los afectos (affects) y en las dinámicas y relaciones que vibran constantemente en el espacio. Esta poética espacial, no está configurada únicamente por los aspectos físicos del espacio, sino que está construida por la vida urbana misma, por los ritmos y movimientos, por el performance de “lo que pasa” (“what happens”) en el espacio. La poética espacial no es cerrada y estática: es igualmente abierta, permeable y mutable como los lugares que la configuran. En vez de intentar conquistar la ciudad, debemos dejar que su poética nos conquiste a nosotros y posteriormente, tal vez intentar representarla.
Bibliography
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El subtítulo tiene como origen el artículo “Dead Geographies - And how to make them live,(Thrift, 2000) ↩
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Farinelli, Franco. (1992). I segni del mondo: Immagine cartografica e discorso geografico in età moderna. Firenze: La Nuova Italia Editrice. ↩
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Ibid ↩
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Ibid ↩
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Jessop, Bob; Brenner, Neil; & Jones, Martin (2008). Theorizing sociospatial relations. Environment and Planning D: Society and Space, 26, 389-401. ↩
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Thrift, Nigel. (2007). Non-Representational Theory: Space, politics, affect. London: Routledge. 19 ↩
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Pallasmaa, Juhani. (2012).The eyes of the skin. Architecture and the senses. Chichester, United Kingdom: Whiley. ↩
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Howes, David. (2005). Architecture of the Senses. In M. Zardini, & C. C. Architecture (Ed.), Sense of the city: an Alternate Approach to Urbanism (pp. 322-331). Montréal: Lars Müller Publishers. ↩
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Amin, Amin., & Thrift, Nigel. (2002). Cities: Reimagining the Urban. Cambridge: Polity Press. ↩